martes, 29 de enero de 2008

Perricos y monetes... ¡Ay, los monetes!

Poco a poco me voy recuperando del abyecto gripazo del copón, pero aún estoy bajo de fuerzas: Antes podía vencer a tres hombres con una sola mano y ahora necesito que, además de ser mancos, los tipos tengan la polio.

Así que he decidido volver a ponerme en forma. Para ello pensé en mi vieja cinta “en forma con Jane Fonda”, pero una vez malacostumbrado a la calidad del formato digital, me da perezón volver a los drops, ralladuras y rémoras analógicas del VHS. Además, creo que la última vez me dejé la cinta sin rebobinar. Vamos que, al final, para buscar mi "rutina de ejercicio" he acabado tirando del interné.

Aquí les dejo una tabla de ejercicios para hacer en pareja. Los monitores no son Jane Fonda, pero ella es Chita (amiga de Jane, la de Tarzán), y él es bastante “fondón”. A mí me vale con eso.


Dog And Monkey - The funniest home videos are here

jueves, 24 de enero de 2008

ENEMIGOS DE LA HUMANIDAD (con gripe)

EPETECAUN de blog ha estado en paro técnico estos días debido a motivos personales: cada vez que intentaba actualizarlo, me enganchaba a la serie de Lydia Bosch.

En realidad no sé si ha sido del todo así o se trata de otra alucinación (alucinaciones con Lydia Bosch, eso no lo supera ni David Lynch), y es que estos días, como ya advirtió la vecina del quinto, he estado enfermo. El particular malestar que me aquejaba ha sido bautizado por insignes científicos como gripazo del copón.

Los egregios galenos que hicieron tamaño diagnóstico por supuesto idearon una cura: “paracetamolymuchaagua”… y en esas estoy todavía. Escapando de fiebres que ríete tú del calentamiento global: si no llega a ser por la puñetera “dieta blanda” me habría frito unos huevos con bacon en la frente.

Pero no piensen ustedes que cogí el nefando virus por accidente, como el vulgo. En absoluto. Lo he hecho a propósito, por avanzar un paso más en mis investigaciones sobre los enemigos de la humanidad. Y es que siempre he tenido la teorida de que muchos de estos enemigos no se muestran como tales hasta que el ser humano está en horas bajas. Son los enemigos más cobardes, los que se aprovechan de la debilidad humana. He aquí un breve inventario de ellos:

- Pañuelos de papel: cuando estamos sanos parecen lo más inocente del mundo… pero cuando cogemos la gripe se convierten en papel de lija que nos deja la nariz con gotelé.
- Colchones: el más exclusivo Pikolín de viscolátex u otro material con nombre de grupo de los 80 te deja los riñones como si M.A. te hubiese dado una paliza sin quitarse los anillos.
- El cepillo de dientes: intentar lavarte los dientes con la nariz atrancada te puede costar la vida por falta de oxígeno.
- La geometría: a partir de 38 y pico de fiebre horizontalidad y verticalidad se confunden y no tienes muy claro si estás tumbado en el Pikolín de viscolátex o en los azulejos del baño.
- Amor propio: siempre creemos que podemos hacer más de lo que en realidad podemos hacer (que es básicamente babear y temblar). Yo he quemado una olla por intentar hacerme la comida y he tirado 22 cedés al suelo por intentar poner música.
- Nuestro propio cuerpo: ¿qué sentido tiene que con 39 grados y medio de temperatura corporal tengamos frío?
- El buen tiempo: miras por la ventana y hace sol, la gente sonríe y deambula feliz… mientras tú eres una masa informe de mocos que apenas se tiene en pie… ¿por qué?, ¡¿por quéééé?!

Así que ya saben: intenten mantenerse alejados de la gripe… pero si no lo consiguen, háganse sus amigos y abrácenla. Miren qué bonica es...

Y se la pueden comprar y todo aquí.

viernes, 18 de enero de 2008

La insoportable levedad del contador de visitas

Yo soy más bien poco de recibir visitas. Se comen tus pastas y se beben tu café y hay que darles conversación y cuando se van de tu casa te critican a tus espaldas y al final lo mejor es que no salgan nunca, matarlos con una pala y trocearlos en la bañera... Bueno, cosicas de las visitas.

Pero este caso es diferente. Better than fine me recomendó que no lo hiciera, pero desoí sus consejos: he puesto un absurdo contador de visitas en el blog. ¿Por qué? No lo sé. ¿Vanidad?, ¿curiosidad?, ¿envidia cochina?, ¿envidia pulcra?... Da igual. El caso es que está ahí, mirándome fijamente con sus ojillos de contador de visitas.

Creo que en parte lo he hecho por acabar con la ansiedad: la ansiedad que me devoraba por dentro, que azuzaba mis intestinos... Ah, no. Eso no era la ansiedad, era el café de máquina. Según el Perich "la religión nace para resolver los problemas que crea la religión". El contador de visitas hace lo mismo: desde que vi el primero, empecé a preguntarme "¿cuánta gente me visitará?", "¿estarán desnudos mientras leen mi blog?". La segunda pregunta jamás tendrá respuesta. La primera estaba al alcance de mi dedo de clickar.

Pero entonces, llegaron las dudas: "¿y si son pocas visitas y me deprimo?", "¿y si son demasiadas y empiezo a meter publicidad en el blog, me hago famoso y multimillonario, se me sube la fama a la cabeza, me abandonan mis amigos y acabo tomando una sobredosis de ansiolíticos en el suelo de mi baño, 100% mármol de Carrara?". Así, mientras dudaba, fue pasando el tiempo... y con él pasaban visitas que no podía contabilizar, decenas de visitas, centenas, unidades de millar... "complementario, el 8".

Pero para avanzar hay que mirar hacia adelante, y un poquito hacia abajo por si hay cacas de perro. Finalmente tomé la determinación: "venga ese contador, ¡copón!"... y aquí está. Ahora tengo que cargar con él, con el absurdo falaz de que, cada vez que refresco la página, me suma una visita; con la idea de que cada nuevo visitante quedará sorprendido por el raquítico tránsito de EPETECAUN, creyendo lógicamente que el contador nació con el blog... Aunque para esto último tengo una solución: gracias al cálculo estimativo efectuado por el Gabinete de Estudios para las Cosas de la Universidad de Pernambuco, podemos inferir que, antes de la existencia del contador, unos 30 millones de personas visitaron EPETECAUN de blog. Por tanto, para conocer la cifra real no tienen más que sumar esos 30 millones a la cifra que arroje el contador en el momento de su visita.

Por cierto, en lugar de haber puesto el contador, podría haber hecho caso a Better than fine y considerar los comentarios como barómetro de un blog. Pero es que no hay muchos (considerando, como hemos visto, que EPETECAUN de blog supera los 30 millones de visitas). Sin duda esto ocurre porque, ante la inestimable calidad de mi prosa y lo sesudo y articulado de mis razonamientos, pocos se sienten capaces de replicar. O eso o que digo gilipolleces sobre las que no merece la pena detenerse. Yo me inclino por la primera opción. Ustedes no se inclinen que es malo para el lumbago.

viernes, 11 de enero de 2008

jueves, 10 de enero de 2008

Souvenirs... ¿o sus quedáis?

¿Quién no ha querido dar la vuelta al Mundo? Yo lo hice una vez… y estaba la contraportada, con una columna de Paco Umbral. Hace ya tiempo de eso, sí.

En otro orden de cosas, ¿quién no ha querido viajar por todo el orbe? Ver los fiordos noruegos, las cataratas del Iguazú, el bar Pepe de Cuenca… Ains, ¿quién no ha querido ver todo eso y, sobre todo, contarlo? Porque, ay, amigos, lo que mola de viajar por todo el mundo es decir “he viajado por todo el mundo”. “Que no, que es mentira” -te dirán- “Que sí, que es verdad”- replicarás- “Que no, que es mentira”. “Que sí, que es verdad”. “Que no, que es…” Y en este momento podrás sacar la prueba definitiva de tu hazaña: los souvenirs.

Los souvenirs son objetos estúpidos cuya única utilidad es demostrar que “has estado allí”. Ojo, no vale cualquier cosa de ese país, sino un souvenir estandarizado, globalizado y autorizado por la “Autoridad de las Naciones Unidas para el Souvenir” (T.O.N.T.U.N.A en sus siglas en inglés). Por ejemplo: vienes de visitar Chernóbil con un tercer brazo que te sale del abdomen. Nooo. Mal. Eso no es un souvenir, ¿por qué, si mi tercer brazo demuestra que “he estado allí”? No es un souvenir porque es útil, por ejemplo, para aderezar la ensalada (si cojo la sal con una mano y el aceite con la otra, ¿con cuál echo el vinagre?)… y un souvenir nunca puede ser útil. Además, no está aprobado por la T.O.N.T.U.N.A. Estos son ejemplos de verdaderos “souvenirs oficiales” que podréis encontrar "all around the world" (ay ay ay):

a) Vaso de chupito con un dibujín del país / ciudad en cuestión.
b) Bola de cristal con nieve dentro. Si la agitas, la nieve cae sobre una maqueta de la ciudad en cuestión (aunque en esa ciudad no haya nevado en la puta vida)
c) Camiseta con el nombre del país/ciudad en cuestión y un dibujo horrible. En ocasiones, puede tratarse de un dibujo de contenido sexual gratuito, acompañado por supuesto del nombre del país/ciudad. El mensaje sería algo como “visítanos y te hincharás a follar. Estado Vaticano”.
d) Gorro mejicano. Puede parecer típico de México no más, güey, pero de eso nada: está en todos los aeropuertos del mundo y se puede conseguir en cualquier tienda de Madrid o Barcelona, por ejemplo.

Una característica en común que poseen todos estos souvenirs homologados es el sello “Made in China”. Por ello, en EPETECAUN de blog recomendamos ahorrarse la vuelta al mundo y viajar únicamente a China. Allí podremos comprar por cuatro perras (he oído que allí se las comen) los souvenirs de todos los países habidos y por haber. Digo “por haber” porque con África y Europa del este nunca se sabe.
Y cuando vuelvan a casa, ya saben: decoren con ellos las paredes de su coqueto hogar y podrán demostrar a todo quisqui que han viajado "all around the World" (ay ay ay).

lunes, 7 de enero de 2008

Réquiem

He pasado mis vacaciones en una pequeña ciudad de una pequeña comunidad autónoma. En los estertores de diciembre acudía a un par de cafeterías donde me cobraban un razonable euro por el café con leche. He vuelto a ellas ya en enero. En una me han cobrado un euro con diez y en la otra un euro con 20 por el mismo producto. Encima, en una de ellas me pusieron la leche fría, pero eso no viene a cuento ahora. Nunca el café me había puesto tan nervioso... y no es la cafeína, es el precio.




Café a un euro

Falleció el primer día de 2008 por un accidente en la cuesta de enero.

D.E.P

Sus desolados consumidores, la cucharilla y los sobrecitos de azúcar le recuerdan. La sacarina y los sobrecitos de azúcar con aforismos ingeniosos también.

La capilla será ardiente, natural o con hielo, a gusto del consumidor.


jueves, 3 de enero de 2008

Paraguas: esas armas mortales

¡Feliz año nuevo… y dos días! Dos días en los que pocos españoles han visto el sol. Dos días de lluvia persistente. Dos días en los que ha vuelto a nuestra vida uno de los mayores enemigos del ser humano.

Tiempo atrás, Dios castigó a la humanidad -y animalidad, porque se cargó a todo bicho vivo- con un diluvio… pero no funcionó. Ahora, sin apartarse mucho de ese campo temático, nos ataca con los paraguas: un instrumento ideado para eliminar a la especie humana.

Son distintas las formas que los paraguas tienen de provocar tamaña desgracia. Intentaremos analizarlas una a una. Empecemos por los paraguas de viejo: miden metro y medio de largos y… ¡acaban en punta! ¿Para qué un paraguas tiene que acabar en punta sino para hacer daño? ¿Sus dueños van a practicar lanzamiento de jabalina mientras pasean con La Razón bajo el brazo? No, nada más lejos de la realidad. Todo está pensado, y es que estos paraguas los suele llevar gente “previsora”, esto es, que coge el paraguas aunque no llueva, “por si acaso”… Y precisamente ahí radica el peligro de los paraguas puntiagudos: en estar cerrados. Quienes portan estos utensilios, por alguna extraña razón, olvidan qué llevan agarrado y se comportan como si fuese una inofensiva barra de pan. Estos señores, hipnotizados por la poderosa fuerza que guía a los paraguas a acabar con la humanidad, se los colocan bajo el brazo o los agarran en posición horizontal mientras caminan o se paran en los pasos de peatones, de forma que ataquen donde más duele: en la huevada. ¿Qué mejor modo de evitar la perpetuación de la especie humana que castrando a todos los hombres?

Pero no son estos enormes paraguas los únicos agresivos. También lo son sus opuestos y, al parecer, sucesores: los paraguas plegables. Todos hemos visto a los tiernos infantes, camino del colegio en un día que se prevé lluvioso, agrediendo a sus compañeros con el paraguas. Con sólo apretar un botón, el mástil-proyectil sale disparado hacia una víctima indefensa. “No hacen mucho daño”, pensaréis. Puede que no, pero jode. Y, además, la violencia engendra violencia: estos niños que hoy se “disparan” con su paraguas, mañana lo harán con armas semiautomáticas. Los chavales de Columbine usaban este tipo de paraguas. Si nuestros escolares se comportan así, no podremos huir de la espiral de violencia que lleva a la humanidad de una guerra a otra... y de ahí, a la extinción.

Además, este tipo de paraguas conlleva el riesgo de detonarse solo y agredir al propio portador. Y es que no siempre son “los otros” los principales dañados por nuestros paraguas. Véanse las temibles varillas rotas. Todo paraguas que ha vivido lo suficiente (unos años o quince minutos si se lo hemos comprado a un chino en el metro) sufre de las articulaciones. Sí, como los humanos. No en vano están vivos. Sus “articulaciones” son esos engranajes que conectan las varillas y que, al averiarse, provocan que finos aguijones metálicos apunten al rostro de quien lleva el paraguas… pudiendo provocar lesiones fatales.

Los casos que hasta ahora hemos descrito pueden percibirse como acontecimientos aislados, desgraciados accidentes… aunque sabemos bien que no es así. Podríamos considerar los anteriores como “atentados” de la célula del paraguas. Pero en ocasiones, esa célula acomete una yihad en toda regla y sus acciones se convierten en una guerra, una batalla campal, una brutal contienda. Hablamos, por supuesto, de las calles comerciales en un día de lluvia: todos los humanos se arman con sus paraguas sin ser conscientes de las intenciones de éstos. Cada persona cree luchar por su vida, intenta ganar su batalla… y no piensa en el colectivo, en su especie, que es quien pierde la guerra. Las parejas se pelean porque no caben los dos debajo del paraguas y porque quien lo lleva de los dos, se cubre demasiado. Los bajitos atacan a los más altos con las pequeñas puntas de varilla de sus paraguas. En pasos estrechos, cuando se juntan dos personas, nadie quiere sacrificar su peinado apartando el paraguas para que ambos puedan entrar. En definitiva: “¡El horror!, ¡el horror!”

Ya están advertidos. ¿A quién no le ha desaparecido nunca un paraguas?, ¿no creen que eso ocurre con demasiada facilidad? Pues no es que los hayan perdido: ellos han huido a sus madrigueras a conspirar para acabar de una vez por todas con la humanidad.