jueves, 25 de junio de 2009

Lo que piensan los políticos

Ayer el Tribunal Supremo decidió que le tocaba investigar al tesorero del PP por un quítame allá esos maletines. No se preocupen, no nos vamos a meter en esos berenjenales... lo que nos sorprende es cómo reaccionó el PP: enviando a los medios su "argumentario" por SMS.

Resulta que los políticos tienen una curiosa forma de trabajar últimamente. Aprovechan las nuevas tecnologías y el acceso universal a la información para crear pensamiento único entre sus filas. Me explico: los "argumentarios" son las razones que tiene El Partido (entendido como ente abstracto) para defender u oponerse a un determinado asunto. Esto es, los argumentarios son "lo que piensa El Partido". ¿Y cómo saben los miembros de El Partido qué es lo que piensan... digooo, qué piensa El Partido? Al igual que un señor sabe lo que piensa porque sus neuronas están conectadas por una serie de sinapsis, los miembros de El Partido saben lo que deben pensar porque están conectados con El Partido por teléfono y mail. Esto es, alguien o algo (El Partido) les envía el argumentario, lo que tienen que pensar, para que no se les escape un pedo si lo intentan ellos solos. Una conclusión de esto es que cada vez que preguntan a un político por un determinado asunto, el político en cuestión responde lo mismo que otro político de ese mismo partido que esté a cientos de kilómetros... pero con cobertura telefónica o acceso a wifi, claro. Si no, no hay quien piense.


Pero el PP ha conseguido ir un paso más allá: ha prescindido de los políticos. Han enviado a los medios directamente el argumentario, sin intermediarios humanos y, por lo tanto, falibles. Era una conclusión lógica: ¿qué pintaban los políticos, meros representantes de El Partido si El Partido puede responder directamente? ¿Para qué querríamos a los curas si pudiésemos todos hablar con Dios (pagando él la conferencia, claro)?

Aunque, bien pensado, ¿para qué hace falta hablar con "el Partido" para saber lo que piensa... si podemos hablar con quien hay detrás de lo que piensa? Me refiero, claro, al think tank.

Noooo, este es War Machine, no Think Tank



El think tank es eso que tan de moda está y que consiste en "subcontratar el pensamiento". ¿Qué piensa el PP? Pregunta a FAES ¿Qué piensa el PSOE? Pregunta a Alternativas o a Ideas ¿Qué piensa IU? Pregunta al PCE, a Nacional II, a Llamazares, a ICV y a un señor de Rivas y te haces un esquema... Pero esto es otra historia.


Repasemos la cadena: el think tank piensa por El Partido que, a su vez, piensa por sus miembros que, a su vez, piensan por sus votantes. Se va estrechando el círculo.

Bien, ya sabemos que detrás de todo este marasmo de pensamiento político está el think tank de turno, el de cada partido... pero, ¿el círculo es ya suficientemente pequeño o habrá un paso más en su estrechamiento? Como miembro de Conspiranoicos Sin Fronteras (CSF) pienso firmemente que hay más: sin duda, detrás de todos los think tanks hay un único señor (o señora) escribiendo argumentarios y contraargumentarios sin ton ni son. Un único ser humano que piensa por todos los think tanks que piensan por todos los Partidos que piensan por todos sus miembros. En definitiva: un solo individuo que piensa por todos los demócratas. ¿Parece mucho trabajo para una única persona? Piénsenlo bien: cuando más curro tendría este Gran Arquitecto del Pensamiento es durante las campañas electorales... y es precisamente entonces cuando argumentarios y contraargumentarios se limitan a un único meme: "y tú más". No es cuestión de raquitismo político, es que el Gran Pensador está estresado.

lunes, 22 de junio de 2009

Una imagen vale más que mil mentiras

Tenía que pasar. Es la era de la imagen: toda información está supeditada al elemento visual. Por eso es noticia cuando un señor de Milwaukee se cae por un terraplén: porque hay imágenes grabadas por un amigo de la familia con la cámara que compró para sacar fotos en la Comunión de su sobrino. Y, si la imagen del señor de Milwaukee es lo suficientemente buena, Matías Prats abrirá con ella su informativo... ya lo estoy oyendo: "No pudo evitarlo. Un hombre de Milwaukee, en Wisconsin, sufrió una caída a-pa-bu-llan-te".


Pero esto, amigos, es solo el principio. Luego llega lo de la sustitución. Cuando, para cubrir una noticia, se usan imágenes que no pertenecen al hecho reseñado pero lo ilustran. Me refiero a la secuencia de "Operación Ogro" que emite el Telediario cada vez que recuerdan el atentado de Carrero Blanco. Ocurre lo mismo cuando hablan de Sissi, emperatriz de Austria, pero en pantalla aparece Romy Schneider porque las películas son muy bonitas y de la mujer de Paco Pepe I sólo hay unos cuadros de ná cogiendo polvo en una pinacoteca. Y, qué coño, que Romy Schneider estaba más buena que la flacucha alemana esa. De todas formas, de esto de la sustitución ya habló, mucho mejor que yo y, lo que es más importante, en imagen, el Doctor Repronto:




Pero lo de ahora es mucho peor... aunque, ya les digo, tenía que ocurrir. Esta sería la cadena de acontecimientos:


Primero: convertir en noticia un hecho del que existe documentación audiovisual por la única razón de que existe esa documentación (el señor de Milwaukee).


Segundo: sustituir la parte visual real de una noticia por otra imagen ajena pero más espectacular (Romy = Sissi).


Tercero: inventarse la noticia, el hecho, todo... porque tenemos una imagen del copón y hay que exhibirla a toda costa:




Según 20 minutos "Una tele boliviana informa del accidente de Air France con imágenes del accidente de 'Lost'". La cursiva en "informa" es mía... porque no informaron de nada: se hicieron eco de un hoax internetil según el cual un pasajero del vuelo de Air France se entretuvo haciendo unas fotos mientras su avión se partía en dos. Lo mejor es que el nombre de este pasajero ficticio es Paulo... curiosamente el mismo nombre que un efímero personaje brasileño de "Lost".


Todo esto no hace sino generarnos incertidumbre: ¿La era de la imagen está reñida con la era de la información?, ¿y, si es así, qué era ganará? Por otro lado, ¿cuál es el gentilicio de Milwaukee?

jueves, 18 de junio de 2009

En torno a la Teoría de la Conspiración


En las últimas semanas, los planetas se han alineado para obligarme a postear: Una serie de noticias referentes a un tema muy querido por este blog se han publicado recientemente. A saber: las locas, locas complicaciones del caso David Carradine; la prohibición de la Coca-Cola Zero en Venezuela; el asesinato del guarda del Museo del Holocausto. Todas estas noticias versan, en un modo u otro, sobre lo mismo: una de las manifestaciones de la cultura pop más extremas: la Teoría de la Conspiración. Sí, un poco eso de que el hombre jamás pisó la luna, Elvis está vivo y el mundo lo controlan los Illumitati desde un armario escobero del Vaticano.

¿Y por qué dices tú, bloguero de pacotilla, que estas memeces son tan interesantes? Me alegra que me haga esa pregunta, señor alter ego. Las conspiraciones me parecen interesantes como manifestación extrema de un desequilibrio organizativo latente en nuestra sociedad. Y aquí es donde hacemos gala de impostada erudición:
Niklas Luhman habla sobre la progresiva complejidad del sistema social. Vamos, que viene a decir que, hoy por hoy, no hay dios que entienda cómo funciona la sociedad… “¿que tengo que ir a qué ventanilla de qué planta a pedir qué compulsa?, ¿cómo es que nadie predijo la crisis si ahora la entiende todo el mundo?, ¿por qué hay patatas fritas con sabor a “Champiñones a la crema”?”.

Este fenómeno provoca dos cosas: a) cierto gustico al decir “progresiva complejidad...” durante una conversación delante de un café y b) la necesidad de mecanismos simplificadores para que la sociedad comprenda el sistema. Lo que nos lleva directamente a la idea de otro teórico de la comunicación:
Habermas opina que es labor de los mass media “explicar” el mundo al ciudadano con el propósito de generar la opinión pública. Pero, ya el amigo Jürgen se dio cuenta, resulta que los medios no cumplen su labor muy bien debido a cierto afán propagandístico, los intereses publicitarios y una excesiva visión institucionalista. Fin de la impostura erudita. Vamos al turrón.

Conscientes de que los medios son tóxicos, estamos solos. Si la prensa no nos explican este complejo mundo, ¿quién lo hace? No todos tenemos el teléfono de Eduard Punset, así que buscamos otras fuentes de sabiduría. ¿Recuerdan de sus pinitos en filosofía el paso del mito al logos? Pues esto es un poco a la inversa pero no y tal. A ver si me explico: el mito es una explicación irracional y arbitraria sobre el mundo que dio paso al imperio de las explicaciones racionales y argumentadas. No hay duda de que las Teorías de la Conspiración son arbitrarias... pero también argumentadas. Y es que el punto número uno de una buena Teoría de la Conspiración es que funcione, que ate todos los cabos. Están, pues, a medio camino entre el mito y el logos: apelan simultáneamente a nuestro yo racional y a nuestro yo emotivo y “prejuicioso”.

Retomando y concluyendo: en un clima de desconfianza, las Teorías de la Conspiración son explicaciones populares a un todo complejo.

Hala, ya me he justificado como conspiranoico aficionado. Y miren que no tendría por qué:
somos legión. Hasta se hacen simposios sobre el tema. Pueden llamarlo moda, pueden llamarlo zeitgeist (yo lo prefiero: suena más interesante, sobre todo si lo sueltas en el café tras lo de “progresiva complejidad...”). Lo cierto es que, si entendemos el estudio de la Teoría de la Conspiración como reacción al efecto distorsionador de los medios, esto es, a “la realidad manipulada”, encontramos sobreabundancia de manifestaciones culturales relacionadas. La buena salud del mockumentary o, aquí en España, la creación de webs de noticias falsas como “El Mundo Today” o “El Garrofer” son la muestra de ello. Una reflexión irónica sobre la intrascendencia de la información. (Acerca de los dos medios reseñados apareció este viernes pasado en “EP3”, suplemento de “El País”, un interesante artículo).

Por supuesto, no hemos de confundir a los afectados por el zeitgeist (insisto: suéltenlo en un café, poniendo cara de oler a pedo), los estudiosos de la Teoría de la Conspiración, con los “conspiranoicos”. A veces costará distinguirles: el disfraz de la ironía es el camuflaje definitivo. Y es un traje muy sufrido, lo aguanta todo: Max Brooks, autor de
Guía de Supervivencia Zombie puede estar dos horas debatiendo sobre autodefensa contra muertos vivientes con el público asistente a sus ponencias. Si eso da miedo, los auténticos conspiranoicos dan mucho más.

Hablemos de uno de ellos: conspiranoico pata negra y cinco jotas (aunque “gilipollas” creo que se escribe con “g”). Es el asesino del guarda del Museo de Holocausto en Washington. La policía halló una nota en su coche donde decía que Obama “hará todo lo que le pidan los empresarios judíos. Los judíos han apresado el dinero de Estados Unidos y controlan los medios de comunicación”. El venerable anciano que escribió tan bellas líneas tiene 88 años. 88 es el número fetiche utilizado por varios grupos neonazis: equivale a “Hail Hitler” (“HH”, la hache es la octava letra del alfabeto). Qué miedito, ¿eh? Esto es lo que se llama rizar el rizo... ¿o debería decir el tirabuzón?


Si eso no es cara de conspirar, no sé lo que es.

Los judíos son víctimas de numerosas Teorías de la Conspiración. Y viene de largo. Por mucho que hayamos hablado de nuestra compleja sociedad y cómo los mass media distorsionan la información, una de las primeras Conspiraciones data de principios del siglo XX: los Protocolos de los Sabios de Sión. El panfleto ha sido desmentido mil veces, pero su intención de unir a judíos, masones y comunistas en un complot para controlar el mundo ha calado en muchas mentes.

Ojo que aquí la cosa se complica: los Protocolos son una conspiración urdida en torno a una Teoría de la Conspiración: fue una trola (que los judíos quieren controlara el mundo) deliberadamente creada, maquiavélicamente planificada para la obtención de un fin (la marginación del pueblo hebreo). Esto es, una conspiración real. Esto no es algo extraño, y es que generalmente crear Teorías de la Conspiración, vamos, inventarse bulos, produce cierto rédito al ideólogo. Desde el “señorita, mi perro se comió los deberes” al “señorita, los judíos son una raza inferior que pretende controlar el mundo y circuncidarnos a todos” no hay tanta distancia.

Aquí es donde entra otra noticia de actualidad: Chávez prohibió en Venezuela la Coca-Cola Zero por dañina. Se trataría, de nuevo, de un bulo interesado: una conspiración basada en inventarse otra. Quizá les parezca apresurada esta categorización, pero tengo mis razones: la Coca-Cola, indiscutible icono pop, siempre ha sido muy tentadora para los conspiranoicos: que si sus inventores nunca viajan juntos en avión, que si contiene cocaína, que si su logo tipográfico esconde la figura de un señor esnifando una raya (en serio, me lo han llegado a contar)... Vamos, que Chávez no ha hecho más que abundar en la idea: ha reforzado una leyenda urbana (versión “Zero”... perdón, “light”, de una Teoría de la Conspiración).

En cuanto a la razón que tengo para llamar conspiración a la maniobra de Chávez es, aparte del amor que siento por la palabra, el indudable interés del que urde la trama: al igual que los “Protocolos...” fueron perpretrados para descalificar a los judíos, lo de la Coca-Cola Zero no es sino una suerte de venganza del político venezolano hacia la poderosa empresa imperialista. Y es que la Coca-Cola Zero, para Chávez, “huele a asssufre”.

De todas formas no son necesarios motivos políticos o ideológicos para parir una Teoría de la Conspiración. Que se lo digan a la familia de David Carradine. De su fallecimiento ya nos hicimos eco. Pero es que la cosa ha traído cola… y no lo digo porque Kwai Chang Caine muriese en pelotas. Bueno, no del todo. Resulta que, como ya sabrán (Rita lo contó), la familia afirma que el bueno de Carradine murió asesinado por una “secta de artes marciales” (sic.) a los que pretendía desenmascarar. Dejando a un lado qué huevos es una secta de artes marciales (¿la iglesia católica? Ellos también reparten hostias), el tema es tan delirante como interesante. Sin duda, ante la vergüenza que les daba que el bueno de David hubiese palmado empalmado (me disculpen el soez juego de palabras), optaron por una huida hacia delante… en mi modesta opinión, bastante más vergonzante que un (peligroso) juego erótico. ¿Qué motiva entonces a la familia y, más importante aún, a su abogado, a proferir semejante sandez? Seguramente así esperen movilizar en su favor una serie de opiniones, quizá minoritarias pero muy poderosas en lo que a generación de cultura pop se refiere. Exacto, lo han adivinado: me refiero a los conspiranoicos.




Al igual que la leyenda de Bruce Lee se hacía más grande cuanto más alcance tenía la idea de su “maldición”, es de suponer que los Carradine aspiran a convertir a su David en otro icono pop. El Pequeño Dragón y el Pequeño Saltamontes, mano a mano en el panteón de los malditos. Y sólo los conspiranoicos y sus profetas (los teóricos de la Conspiración) pueden conseguir algo así. No conviene, pues, infravalorar su poder. Aunque quizá es lo que ellos quieren... así, subrepticiamente, podrán controlar el mundo. Al fin y al cabo, ellos mataron a Kennedy.


miércoles, 17 de junio de 2009

El hombre más poderoso del mundo

Nadie puede dudar que Barack Obama es un luchador. Ha conseguido ser el primer Presidente negro de Estados Unidos, y eso no es un premio que te salga en el palo de un Frigopie. Ha vencido a Hillary Clinton, ha vencido a John McCain, y ha vencido los prejuicios de miles de compatriotas suyos. Lo dicho, es un luchador... pero hasta hoy no sabíamos quién lo había entrenado.









(En este último yoteví, tengan a bien pasar hasta el 05:30. Gracias.)

viernes, 5 de junio de 2009

Elegía a David Carradine

Qué cosas: o no escribo en milenios o me casco dos posts en una tarde. Tanta irregularidad no la solucionan ni los yogures de José Coronado.


Aún así, la excepcionalidad de esta nueva entrada tiene un claro motivo: ¿Cómo no decir nada sobre el deceso de David Carradine en extrañas circunstancias? Cualquier blog afecto a lo pop, el cine de Serie B o la cultura pajera en general (fíjense en todo lo que digo para no escribir "cualquier blog friki") debería lucir un crespón negro en su cabecera. Pero como casi me cargo el monitor intentando coserle uno, prefiero componerle una elegía.






Más literal imposible: David Carradine estirando la pata.


Elegía a David Carradine


(En Bangkok, ni su pueblo ni el mío,

se me ha muerto como un yayo

David Carradine, con quien tanto quería)


David Carradine, David Carradine,


salías en la tele sin calcetines,


repartiendo estopa a los vaqueros,


cuando yo aún usaba baberos.


Eras el prota de Kung-Fu


porque le robaste el papel a Bruce Lee:


por chino le dijeron "tururú",


los productores te prefirieron a ti.


Dicen que el Pequeño Dragón


palmó por una maldición,


a ver si ahora él


te ha devuelto lo de aquel papel.


La verdad sobre el mercado laboral en España


Lo de siempre: hace tiempo que no paso por aquí. Ya tiene huevos que Chiquito de la Calzada haya vuelto antes que yo. Pero tengo excusa, claro: un nuevo curro, que es una de esas cosas que hay que hacer para no estar en el paro.

Mi nuevo trabajo es muy absorbente. En la escala Evax tendría cuatro gotitas. Pero, claro, ahora más que nunca, con la economía tal y el trabajo pascual, hay que dar gracias por tener curro... ¿A quién hay que dárselas? Aaaah, amigo, eso es otra historia. No lo sé. Y cada vez lo tengo menos claro. ¿Por qué?, por una extraña y desasosegante experiencia que tuve recientemente en el metro de Madrid. Y no es esa leyenda sobre el último vagón de no se qué línea donde la gente se quiere desnuda.

Siento ser reduntante, pero la experiencia que voy a contar es 100 % real. Bueno, 95 % real, el otro 5 % se lo ha quedado el banco. Pero es más real que esquiar en Baqueira y casar a un hijo en la Almudena. Se trata de un acontecimiento que me ha hecho ver la luz sobre cómo y por qué la clase trabajadora, el proletariat, los curritos, los que compramos en el Lidl, estamos con una mano delante y otra detrás. Vale, vale, ya lo cuento...

Resulta que una agradable mañana de viernes (mi último viernes libre, por eso era tan agradabe) me senté en el metro frente a un señor inmigrante latinoamericano. A mí se me había olvidado coger un tebeo para leer en el vagón, así que eché un vistazo a la carpeta transparente que mi compañero de viaje llevaba en las manos... y ahí tuve la revelación. Ahí lo entendí todo. Entendí cómo, con la excusa de la crisis, las empresas fuerzan a sus trabajadores con la seguridad de que no se les rebelarán; entendí cómo los curritos exigimos, por miedo al paro, mucho menos de lo que nos corresponde. Y, sobre todo, entendí cómo el Estado no sólo no intenta evitar esta situación de indefensión... sino que la fomenta.

¿Cómo comprendí todo esto con un simple vistazo a un señor inmigrante latinoamericano y a su carpeta (transparente)? Porque su carpeta (transparente) dejaba entrever dos cosas: unas fotocopias con el membrete “Ministerio de Trabajo. Secretaría de Estado de la Seguridad Social”... y lo verdaderamente estremecedor: un cedé donde se leía “Holocausto Caníbal”.


Todo estaba bien claro: sólo había que atar los cabos. Cosa que tampoco es fácil: cuando intenté atarlo, un cabo chusquero de Marina me soltó una hostia. A pesar de ello, llegué rápidamente a una conclusión: ¿qué hacían juntos los papeles de Trabajo y una peli mondo? Sencillo: el ministerio te da el alta en la Seguridad Social con tu pack de bienvenida: el catálogo de las vejaciones a las que te podrán someter tus empleadores. Un catálogo tan explícito como realista.

"Holocausto Caníbal" no es un falso documental gore: es un vídeo didáctico institucional.