jueves, 2 de octubre de 2008

Desafíos de la ciencia contemporánea IV


Continuamos definiendo nuevos horizontes para la ciencia. Enigmas dignos de estudio a los que el CSIC no dedica un euro, a diferencia de... de... bueno, no sé, a algo dedicará dinero el CSIC, ¿no?

Nuestro desafío de hoy pertenece al campo de la psicología, quizá al de la sociología. Es relativo a la adicción al trabajo. Un mal que aqueja, por suerte, a cada vez menos individuos y al que yo soy completamente inmune. El paradigma de adicto al trabajo es este señor:


El juez Garzón antes de denunciar al monete por tener una cosa blanca sospechosa colgando

Sí, amigos, el juez Garzón. El hombre absorbido por su trabajo. Tanto que debe ser el único que ve un partido amañado y lo denuncia, en lugar de llamar hijoputa al árbitro como todo el mundo, con el gustico que da eso (así me lo han contado).

Desconozco si en el caso de Garzón la adicción al trabajo se debe a su alimentación o al tinte que se echa en el mechonazo blanco que luce en la frente. Eso no es lo que me preocupa porque, en su caso, la adicción es una patología individual. No todos los jueces son así, véase el juez Tirado del caso Mari Luz: no sé si "tirado" es su apellido o su apodo. ¿Por qué resalto algo tan obvio?, ¿no es indiscutible que la adicción al trabajo no tiene que ver con el trabajo concreto que se desempeñe? ¡No, no lo es!

Existe un gremio donde todos los profesionales son adictos al trabajo. Este gremio es el de LOS PELUQUEROS.


¿Cómo, si no, se explica que cualquier peluquera o peluquero, incluso heterosexual (si lo hubiere) te corte siempre más de lo que le pides? Señores científicos, aquí tienen algo sobre lo que investigar.

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