viernes, 12 de diciembre de 2008

Chuck Norris y la Hostiaca Final

Todo comenzó con una leve reflexión, pero se ha hecho más grande.

El pasado puente, entre efervescencia y efervescencia, me quedé colgado de Telemandril viendo esto:



¿A quién no le habría pasado?, ¿quién no se habría quedado prendado de un velludo señor con gorro vaquero dando patadas con giro? De Chuck ya se ha escrito bastante (aunque nunca es demasiado), así que no se me acongojen: no intentaré hacer más grande su leyenda, porque su sombra ya lo cubre todo (es lo que tienen los sombreros de ala ancha, que protegen del Lorenzo que no veas). Como dije, sólo preendía lanzar una reflexión, un nuevo enigma, un desafío para la ciencia contemporánea.

El capítulo que me "okupó" las neuronas aquella mañana finalizaba con la clásica final fight, valga la redundancia. Se enfrentaban Chuck y un señor king size. De ésos americanos alechonados que no sabes si están ternascos o fuertecitos. Un poco como Al Gore. Pero el de Walker, definitivamente, estaba fuertecito. El épico encuentro tenía lugar en el clásico almacén abandonado de luz tenue plagado de cajas de madera que se rompían con mirarlas. Luego dicen de Ikea: la madera USAca sí que es una mierda. La dialéctica hostil (hostil de "hostia") era igualmente clásica: el séñor king size parece superior en un principio y lanza al Chuck por los aires. Por supuesto, aterriza en una caja de ésas de blandiblú. Cuando el señor king size se acerca a la caja-pista de aterrizaje, Chuck ya no está dentro. Es entonces cuando el héroe pelirrojo sale de detrás de una viga y le da lo suyo a Don Ropero Empotrado. Como decía, un clásico.

Y ante uno de los códigos de este clasicismo me asaltó la pregunta. En el clímax de la pelea, Chuck le escupe una lapidaria frase al señor king size para, inmediatamente después, atizarle la consabida patada en giro u Hostiaca Final. Tras esto, la ulterior caída por K.O. del lechón. No recuerdo la frase, pero tampoco importa. Todas vienen a decir: "por meterte conmigo lo vas a flipar, so zanguango" (del inglés "Don't fuck with Chuck"). Lo que verdaderamente me interesa es que quien profiere esa frase es consciente de que el golpe que la sigue será el último. Esto es, Chuck sabe que después de esa frase no se levanta ni Dios. Y es que lo que el Chuck dice, va a misa... y la misa bien puede ser un funeral. Y aquí llega la pregunta... Si esto es así, si tan consciente es de la potencia de este golpe, ¿por qué no lo atiza el primero, termina pronto, y se va a tomar unas cañas?

Quizá porque Chuck quiere hacernos disfrutar. Prolongar innecesariamente la batalla, darle esperanzas a su rival para que, además de la derrota y tres costillas rotas, se lleve un paquete de frustración. Loado seas, Chuck.

Pero, como anunciaba, esta reflexión fue sólo el principio. Navegando por el yoteví buscando la final fight que vi en Telemadril he hecho acopio de un impagable material. Primero: otra final fight igualmente clásica que no hace sino reforzar mi razonamiento anterior. Pero no por el desenlace de la pelea, sino por el comienzo: bienvenidos al baile de fin de curso...



Al principio de la escena, Chuck y el lechón de turno deciden dejar las armas y hacerse pupita mutuamente. ¿Cómo lo deciden? Con un leve intercambio de miraditas seductoras de macho alfa. Eso sí, en lugar de ir a una sauna, optan por hostiarse en un edificio abandonado. Vamos, como afirmábamos más arriba: el Chuck da y recibe porque le mola.

Y llegamos al postre de este menú degustación tejano. Apartemos las reflexiones y vayamos al placer por el placer: el cénit de lo "atopil" (de "a tope" o poner toda la carne en el asador)... Chuck haciendo de Jack Bauer. Sí, habéis leído bien... JACK BAUER: Chuck apaleando moros malos terroristas. Pero no sólo eso, porque el Bauer Chuckiano parece dirigido a cuatro manos por John Woo y Yuen Woo-Ping. ¿He unido en una misma frase a BAUER, CHUCK, WOO y YUEN? ¡Sí! En efecto, el resultado es una PUTA LOCURA:



¿A que dan ganas de gritar? ¡Yipi Kai Yei, motherfucker! Impagable el uso del cable "à la Yuen" en el minuto 1:43. Y los moros son tan malos que se abrochan hasta el último botón de la camisa.

Qué pena que no ganase McCain: podríamos tener a Chuck de Secretario de Exteriores (o, visto lo visto, de becario en el Despacho Oval).

2 comentarios:

Rita dijo...

¿Chuck es su nombre o sólo la onomatopeya del sonido que provocan sus puñetazos en el externón de los malos?

lover dijo...

Qué buen post, Jacko! En esta autopsia que haces a las secuencias de acción, te voy a contar lo que me pasó a mi el otro día. En un canal local perdido, echaban un western que pillé hacia el final. En ese momento empezaba una pelea entre dos "vaqueros". Era imposible saber cuál era el malo y cual el protagonista, ya que los dos vestían de vaqueros sucios y eran igual de feos... (curioso que en el cine los feos sean malos y los guapos buenos. En la vida real, sólo Patxi Idigoras encarnó tan a la perfección ese cliché). ¿Sabes cómo descubrí quién era el malo y quién el prota? Porque en las peleas, siempre comienza zurrando el malo, y cuando todo parece perdido, el bueno hace un "truqui" (barrer con los pies, soltar un gancho oculto, etc..) y desnivela la balanza, hasta el famoso golpe final que tan bien narras en tu post y que efectivamente, nadie sabe por qué no se usó al principio. Segundos después de la pelea, la chica iba, efectivamente, a "reconfortar" al que era el prota y que había comenzado recibiendo en la pelea. No falla.