viernes, 5 de junio de 2009

La verdad sobre el mercado laboral en España


Lo de siempre: hace tiempo que no paso por aquí. Ya tiene huevos que Chiquito de la Calzada haya vuelto antes que yo. Pero tengo excusa, claro: un nuevo curro, que es una de esas cosas que hay que hacer para no estar en el paro.

Mi nuevo trabajo es muy absorbente. En la escala Evax tendría cuatro gotitas. Pero, claro, ahora más que nunca, con la economía tal y el trabajo pascual, hay que dar gracias por tener curro... ¿A quién hay que dárselas? Aaaah, amigo, eso es otra historia. No lo sé. Y cada vez lo tengo menos claro. ¿Por qué?, por una extraña y desasosegante experiencia que tuve recientemente en el metro de Madrid. Y no es esa leyenda sobre el último vagón de no se qué línea donde la gente se quiere desnuda.

Siento ser reduntante, pero la experiencia que voy a contar es 100 % real. Bueno, 95 % real, el otro 5 % se lo ha quedado el banco. Pero es más real que esquiar en Baqueira y casar a un hijo en la Almudena. Se trata de un acontecimiento que me ha hecho ver la luz sobre cómo y por qué la clase trabajadora, el proletariat, los curritos, los que compramos en el Lidl, estamos con una mano delante y otra detrás. Vale, vale, ya lo cuento...

Resulta que una agradable mañana de viernes (mi último viernes libre, por eso era tan agradabe) me senté en el metro frente a un señor inmigrante latinoamericano. A mí se me había olvidado coger un tebeo para leer en el vagón, así que eché un vistazo a la carpeta transparente que mi compañero de viaje llevaba en las manos... y ahí tuve la revelación. Ahí lo entendí todo. Entendí cómo, con la excusa de la crisis, las empresas fuerzan a sus trabajadores con la seguridad de que no se les rebelarán; entendí cómo los curritos exigimos, por miedo al paro, mucho menos de lo que nos corresponde. Y, sobre todo, entendí cómo el Estado no sólo no intenta evitar esta situación de indefensión... sino que la fomenta.

¿Cómo comprendí todo esto con un simple vistazo a un señor inmigrante latinoamericano y a su carpeta (transparente)? Porque su carpeta (transparente) dejaba entrever dos cosas: unas fotocopias con el membrete “Ministerio de Trabajo. Secretaría de Estado de la Seguridad Social”... y lo verdaderamente estremecedor: un cedé donde se leía “Holocausto Caníbal”.


Todo estaba bien claro: sólo había que atar los cabos. Cosa que tampoco es fácil: cuando intenté atarlo, un cabo chusquero de Marina me soltó una hostia. A pesar de ello, llegué rápidamente a una conclusión: ¿qué hacían juntos los papeles de Trabajo y una peli mondo? Sencillo: el ministerio te da el alta en la Seguridad Social con tu pack de bienvenida: el catálogo de las vejaciones a las que te podrán someter tus empleadores. Un catálogo tan explícito como realista.

"Holocausto Caníbal" no es un falso documental gore: es un vídeo didáctico institucional.



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